domingo, 6 de junio de 2010

BARRIGA CERVECERA

Esto le pasó a un amigo y yo estaba allí para contarlo:

Jacinto, "Jaci" para los colegas, es el propietario de una barriga cervecera muy digna. Entrando en un after hours de estos pijos donde hablan raro y todos parecen recién salidos del gimnasio o del salón de belleza, se fijó en una chavala apoyada en la barra con una pose tan natural como de portada de Cosmopolitan, muy rica ella; tenía mucho de todo y todo puesto en su sitio, rodeada de tíos cachas marcando abdominales, luciendo moreno UVA y con sonrisa "destello radiante".

Aunque la situación era de clara desventaja para Jaci, este sin pensarlo se lanzó hacia la moza sorteando con habilidad mobiliario de diseño (de esos que no sabes si te has sentado en la silla o en la papelera) hasta llegar al objetivo. Fue un acoplamiento perfecto; la concavidad de su barriga cervecera con la convexidad del vientre de la niña; la napia de Jaci en el canalillo de ella (Jaci se tubo que inclinar en forma de reverencia para no aplastar a la niña entre la barra y su abdominal fruto de la fermentación de la cebada).

Sin darle tiempo a reaccionar le espetó: "¿una birra antes de que me lleves a la cama?". La rubia, atónita, lo miró empezando por la cara y deteniéndose en la barriga cervecera y de ella a las de los yogurines que les rodeaban, para finalmente dejar escapar una mirada entre el asco y el desprecio.

Jacinto, al que la cerveza solo le había restado velocidad en los desplazamientos a pie, capto la mirada y le espetó: "tú te lo pierdes, las horas que estos se tiran en el gimnasio yo te las iba a dedicar a ti y con la pasta que se dejan en el esteticista te habría comprado unos zapatos italianos. Y mi barriga cervecera haría que cuando me la comieses en vez de abrirte la frente contra un tabique de abdominales, rebotases contra algo blandito. ¡Ya es tarde, te quedas sin catarme!".

Y dándose la vuelta, abandonó el garito con la misma celeridad que antes abordado a la niña. Le seguí, volviéndome ya en la puerta para mirar por última vez a la chica. ¡Coño!, en sus ojos ya no había desprecio ni asco. ¡Había duda!. Es lo que tienen las barrigas cerveceras.

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